Hablaba
pausadamente, como eligiendo las palabras. Me miraba a los ojos esperando mi
aprobación. Estábamos sentados en la
sala de espera de la clínica, era la
hora de la siesta y nos llegaba un apagado susurro de las visitas que
comenzaban a llegar.
—Su
padre duerme mucho…— dijo— mejor, así podemos hablar, él tiene suerte, usted y
su hermano siempre lo acompañan. A mí nadie me visita.
Iba
a preguntar si tenía familia, pero como leyendo mi pensamiento dijo:
—Tengo
dos hijas, pero están enojadas conmigo,
creo que me odian.
No
respondí.
Se
levantó y se acercó al ventanal que desde el primer piso, al igual que una pantalla de cine reflejaba la
copa de los arboles recortados sobre un cielo azul de verano, mientras las
palomas curiosas se acercaban revoloteando hasta el borde del alfeizar. Las salas fueron cambiando su olor a desinfectante por el aroma a perfume,
que las visitas dejaban como una
estela. Él seguía de pie buscando en la calle, algo o alguien, que tal
vez ni él mismo sabía qué era.
Se
volvió a sentar a mi lado, los ojos le brillaban.
—Me
gusta hablar y el único amigo que viene es sordo, tengo que gritar para que me
entienda —sonrió— a mi edad, ya casi no me quedan amigos, se me fueron
muriendo. Yo fui cantor de tango sabe, me llamaba Rogelio Morel, tal vez me
escuchó nombrar… estuve en muchas orquestas, hice giras por todo el mundo y
creo que eso es lo que no me perdonan mis hijas, que nunca estuve con ellas…
Miré
el reloj, era la hora de las nebulizaciones de mi padre.
Llegué
a la sala junto con la enfermera, mi padre abrió los ojos y me hizo señas
para que abriera la ventana, un aroma dulce a tilos y jazmines irrumpió con el desparpajo del verano.
Después
de cenar, mi padre se durmió. El cantor de tangos aún luchaba con la comida, sus
manos no tenían firmeza, me acerqué a darle de comer. Lentamente fue tomando la
sopa.
—Mis
hijas son rencorosas como fue la madre —me dijo mientras jugaba con la
servilleta de papel—. Reconozco que no fui un buen esposo, siempre viajando,
pero había que trabajar y en el extranjero pagaban en dólares. A ella le
gustaba cuando le entregaba los sobres repletos de plata….le brillaban los
ojos.
—¿Ella
no viene a verlo?
—Falleció
hace mucho. Yo ya había dejado de cantar, la vida del cantor es corta, algunos
llegan a los cincuenta con buena voz, yo no tuve esa suerte.
No
quiso seguir comiendo, se reclinó en la almohada.
—Si
vienen mis hijas que me despierten —dijo antes de cerrar los ojos.
Ellas
nunca vinieron y él no despertó.
26 comentarios:
Así pasa, se olvidan de quienes les dieron la vida.
Muy triste historia, bellamente escrita. Te felicito.
Un beso.
Una historia muy triste, de esas que se pueden encontrar en los hospitales y en las residencia de ancianos. Soledad a raudales trasmite este relato.
Encantadora la forma de contarlo Maria Rosa, y el final muy bello dentro de la tristeza.
Un abrazo.
La historia es real mucho más allá de lo que estaríamos dispuestos a aceptar... El relato es humano y muy bien estructurado.
¡Es la condición humana! Uno de sus aspectos. En ocasiones, siempre, somos los protagonistas de los tres papeles representados: "cantante viajero que no está presente", "abandonado en parte" e "hijas ausentes".
No cabría culpar a ninguno por los hechos y sus consecuencias. Todos llegamos a ser, de una u otra manera, responsables y víctimas.
Abrazos, Mariarosa.
Qué triste y real. Un beso.
Un relato directo, ameno y real, amiga...La vida nos hace reflexionar y mirar las circunstancias desde diferentes puntos de vista...Lo cierto es que, el amor debe prevalecer y ahí estaba en la protagonista y narradora, llenando huecos y vacíos, dando lo mejor en esos últimos momentos...
Mi felicitación y mi abrazo por tus buenas historias, María Rosa.
Un gran relato, y muy humano, y es que el Amor debe estár en todo rincón de nuestras vidas, hasta ese rincón donde iremos todos.
Un placer leerte María Rosa.
Besos.
QUEDE MUY TRISTE...!
Si se siembra ausencia, se cosechará desamor, lejanía.
A muchos les ha ocurrido y cuando toman conciencia es tarde para revertirlo.
Es un texto que trataste con sobriedad dentro de lo dramático del acontecimiento.
Muy bueno, Mariarosa.
Besos.
Una historia por desgracia muy frecuente y como siempre, real. Mi aplauso con un montón de aplausos.
Que triste es este episodio de la vida en el que uno necesita a los suyos y estos no están presentes.
Feliz día de la mujer.
Un relato sobrecogedor y muy triste.
Besos
Que tristeza para todos
Especialmente para esos familiares que no saben perdonar
Cariños y Feliz Dia
quienes andan los caminos del arte y fundamentalemnte los músicos, dejan mucho detrás, aunque no signifique olvido ni desamor, ellos entregan lo suyo de otra manera y cuesta entenderlo.
Qué pena María Rosa. Yo viví un caso bastante similar hace dos años, cuando mi padre enfermó. En una de las habitaciones donde estuvo había tres camas, tres enfermos, y uno de ellos siempre estaba solo. Yo le atendía cuando podía, pero era una auténtica pena ver como el hombre no dejaba de mirar hacia la puerta.
Un beso muy fuerte :D
Has realizado un relato tan duro y real como la vida misma. Esto o casos como este están sucediendo en todas las ciudades del mundo. Desde luego, no somos perfectos por ser padres pero es cruel ese abandono y lo más doloroso es que, en la mayoría de los casos, esos problemas de abandonar al anciano están relacionados con que no habrá herencia cuando éste muera. Aayer mismo, precisamente, una persona que visita a personas que están solas en las residencias de mayores, hablaba conmigo de este tema.
Esta denuncia tan suave y bien realizada de una conducta que se está dando con harta frecuencia, hiere por su inhumanidad y a mi, la verdad, me ha puesto muy triste. Sin embargo, reconozco que es un aldabonazo en la conciencia. Buen relato. Un abrazo. Franziska
Qué tristeza, un padre arrepentido y unas hijas heridas que no perdonan...todo por no saber muchas veces que el amor se vive aquí y ahora, una pena. Abrazo Mariarosa.
Triste realidad: la vejez en un peso y más cuando se esta enfermo y encima olvidado de quienes por despecho te ignoran.
Feliz fin de semana MªRosa.
Conocemos un punto de vista, pero da la sensación de que las hijas nunca lo entendieron.
Saludos
Siempre el mismo placer, Mariarosa,recrearse en tus relatos. Tienes el don de trasformar cualquier escena cotidiana, en un regalo poético.
Tu y Mirella, sois mi referencia favorita, en narrativa. Serán "los buenos aires" de esa ciudad tan entrañable.
Un gran abrazo
Una historia real, seguramente se fue si saber que sus hijas lo perdonarían con el tiempo.
Abrazo
Es un relato pero seguro que encierra una realidad... o muchas. Muy bien escrito Mª Rosa. Un fuerte abrazo y buen fin de semana. @Pepe_Lasala
Generalmente se cosecha lo que se siembra.Este pobre hombre, aún sin ser consciente, estaba sembrando abandono y esto recogió. Por falta de reflexión,más que por maldad, nos vemos avocados en situaciones dolorosas.
Este relato nos enseña que hemos de ser responsables y tener un orden de valores.
También nos muestra la crueldad de unas hijas resentidas que no quieren perdonar.
Por desgracia no es un caso aislado.Es una pena.
Un fuerte abrazo Mariarosa
Ya todos dijeron tanto de esa historia...
solo atino a pensar que al menos se le dio un momento de comprensión y de amor...
se le abrió la ventana para que oliera el perfume que lo recibiría...
abrazos amiga.
El único resentimiento que sirve es que dura toda una vida (la del otro), sino no cuenta.
Saludos,
J.
La historia es muy humana, y habla del comportamiento ídem. Los ancianatos y hospitales están colmados de estos casos de abandono. Un abrazo. carlos
Y,....si,...un final de tango para una vida trashumante.Me estremeceel relato...La soledad, la risteza, la falta de motivos para vivir...Muy buena historia. Con grandes visos de realidad...porque asñi es la vida...se rinde ante la realidad..Saludos María Rosa....Juan Angel Petta
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